domingo, 1 de enero de 2017

Maldita desgraciada

Eres una falsa, una hipócrita, una hija de puta. Y fíjate que cuando escribo no suelo usar palabras de ese calibre porque le quitan belleza al texto. El caso es que no te mereces algo bello. No te mereces ni que me refiera a ti en segunda persona. Ni que me dé asco sólo el pensar en ti. Ni siquiera te mereces que ocupes mi mente con la palabra odio.
Te disfrazas de reina del baile cuando realmente eres la personificación más exacta de la muerte. Apareces como un ángel caído del cielo, cuando eres el diablo teñido de blanco. Todo lo que diga de tu ser se queda corto para el daño que eres capaz de hacer. Te apoderas de personas inocentes, inteligentes, perfeccionistas. Son tus mejores víctimas. Te acercas con sigilo susurrándole instrucciones sutiles de la fórmula secreta para una vida plena. Y una mierda para ti. Poco a poco les haces ver que no son nada sin ti. Creas la depedencia más insana que se puede tener en la vida. ¿Y todo esto para qué? ¿Para sentirte fuerte? ¿para sentir que vales?
Absorbes. Deprimes. Entristeces. Destrozas. Matas.
Tu sed es insaciable. Lo peor es que tus víctimas no son capaces de ver que tienes sed. Ven una salvación, una compañía, una forma de ser feliz. Y es que haces ver que la felicidad está junto a ti, cuando lo único que traes son problemas y tristeza.
Puedo escribirte los versos más hirientes esta noche. Puedo decirte que jamás podrás conmigo. Que nunca más te vas a llevar a una de mis mariposas. Puedo decirte que te vas a acabar ahogando en tu propio infierno, pero no. Prefiero gritarte que jamás te perdonaré lo que has hecho. Puede que su batalla la hayas ganado, pero no te voy a permitir una nueva victoria.
Mírame desde el cielo, por tí gano la lucha.
-P.

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